lunes, 15 de mayo de 2017

Baal Shem Tov

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Cuento jasídico

La siguiente es una historia hermosa que nos habla de Baal Shem Tov, un famoso rabino jasídico, quien era muy conocido dentro de su comunidad por ser un hombre tan piadoso, bondados y honesto, que Dios escuchaba cuando le hablaba.

Era tradición del pueblo jasídico que todo aquel que tenía un deseo insatisfecho o necesitaba algo que no había podido conseguir iba a ver al rabino. Éste se reunía con todos ellos una vez por año en un día especial y los guiaba a un lugar en medio del bosque y, una vez ahí prendia con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y hermosa, entonando una oración en voz baja casi como su fuera para él mismo.

Y dice el relato que a Dios le gustaban tanto esas palabras, y le encantaba de tal manera el fuego armado de esa manera, y gustaba tanto de la reunión de esas personas en el bosque, que no se resistía al pedido de los deseos de Baal Shem Tov.

El tiempo pasó y Baal Shem Tov, como cualquiera de nosotros, dejó su cuerpo material. Sus seguidores hasta entonces se dieron cuenta de que nadie sabía las palabras exactas que él decía. Sin embargo, conocían el lugar y sabían cómo armar el fuego. Una vez por año, siguiendo la tradición ya instituida, todos los que tenían necesidad y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo claro del bosque, prendían el fuego de la manera en que habían acordado y como no conocían las palabras, cantaban cualquier canción, recitaban un salmo, una oración cualquiera o, simplemente guardaban silencio alrededor del fuego.

Dicen que Dios gustaba tanto del fuego encendido, de ese claro del bosque y de las reuniones de esas personas que, aunque nadie decía las palabras adecuadas, de cualquier forma concedía los deseos.

El tiempo ha pasado rápidamente. Han transcurrido ya alrededor de 500 años y una generación tras otra, y los conocimientos exactos se han ido perdiendo. Hoy ya no se sabe cuál es el claro del bosque, ni cómo encender el fuego, ni mucho menos cuáles son las palabras de Baal Shem Tov; de hecho, no se sabe siquiera ya cuál es el bosque.

Sin embargo... dicen que a Dios le gusta tanto ésta historia que basta que una sola persona en todo el mundo la quiera contar, y una sola persona en el mundo quien la quiera escuchar, para que él se sienta complacido y satisfaga cualquier necesidad, concediendo cualquier deseo tanto a quien la cuenta como a quien la escucha.
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