domingo, 25 de diciembre de 2016

Historias de chaneques (II)

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 De Acayucan: Cuna de la Revolución. 100 Aniversario 
de Alfredo Delgado Calderón
(Tomo II: Cultura y tradición Oral)

Los chaneques de la sierra

Lo contado hasta ahora son las creencias urbanas. Las creencias de los nahuas y popolucas, los grupos indígenas de la región, son más elaboradas y cumplen una función social precisa. Ellos piensan que los chaneques son espíritus que cuidan de los bosques y animales salvajes, cuevas y manantiales, cerros y lagunas, ríos y cascadas, acahuales y pantanos, playas y manglares. Están regidos por Chane, su rey, y viven en un paraíso subterráneo que se encuentra bajo el volcán San Martín Tuxtla. Ese lugar mítico se llama Taalogan y en él se resguardan los animales durante el día. Allí los venados son el ganado de los chaneques, sus butaques son los armadillos, las tortugas son las mesas, las víboras son sus perros y así cada animal cumple una función. Por la noche los sacan a la superficie de la tierra. Si algún cazador cobra una pieza, debe repartir lo cazado equitativamente con sus hijos y vecinos, pero si deja al animal mal herido, será castigado, pues lo hace sufrir innecesariamente; también es castigado si da parte de lo cazado a alguna amante.

Es común que el chaneco pierda a los perros de los cazadores o que no los deje salir de alguna cueva donde se metieron a perseguir alguna presa. Si el perro es buen cazador y el perro no lo quiere perder, se tiene que bañar con agua bendita y meterse a la cueva o al acahual a buscarlo. Sólo así lo entregan a los espíritus protectores del monte.
 
Hay que pedirle permiso a los chaneques para cortar un árbol, para cazar, para pescar o incluso simplemente para internarse en el monte. Para ellos se quema copal y se les ofrece el humo aromático. Si no se hace ésta sencilla ceremonia nos pueden perder en el monte. Un viento suave y ligeros murmullos son la señal de que la ofrenda a los chaneques ha sido aceptada. Si todo es quietud, hay que retirarse de inmediato, pues los dueños no aceptaron el presente. Si no se encuentra el camino de regreso por culpa del chaneque se tiene que poner uno la camisa al revés o cortar un bejuco y partirlo por enmedio, a lo largo, dejando juntos los extremos, y pasar entre él abriéndolo como su fuera una puerta.
 
En el campo los chaneques trenzan las crines de los caballos. Hay caballos con los cuales se encariñan especialmente estos espítirus y les trejen trenzas complicadas y llamativas. También se mecen en las hamacas que se quedan solas o molestan a los niños que las madres dejan momentáneamente solos, durmiendo en el catre o en la cuna. Para evitar esto, se deja sobre la hamaca un sombrero boca arriba, y a los niños se les coloca una mazorca a cada lado, para que el espíritu del maíz los cuide del chaneco.

El chaneque también se aparece en los fandangos. Se dice que "bajó el chaneque" cuando se logra un momento mágico, como de ensueño, en que empalman perfectamente los músicos y bailadores, los versos fluyen con maestría y el ambiente se electriza. Pero en otras ocasiones, los jaraneros que van a alguna fiesta nocturna escuchan el lejano rasguear de las jaranas y orientados por el sonido van buscando el fandango, pero en realidad se van yendo monte adentro, subyugados por los chaneques.


El origen

Un mito tuxteco afirma que los chaneques fueron los dueños del jade y que labraron las cabezas colosales olmecas para inspirar temor y engañar a quienes las vieran, pues así pensarían que estaban labradas por gigantes. El líder de esos cganeques se llamaba Kun. Es uno de los pocos nombres que se conocen; otro nombre de chaneque es Tascarenas.

Una leyenda inspirada en el cristianismo cuenta que Eva, la madre primordial, tenía muchos hijos y que Dios llamó a todos para bendecirlos. Ya se había reunido una gran multitud, pero aún faltaban, de modo que cuando Dios les dio la bendición varios quedaron fuera, pues Eva tuvo pena de que Dios viera que tenía muchos hijos y no le pidió que esperara a todos para bendecirlos. Quienes no recibieron las bendición divina se quedaron viviendo en los montes. Ellos son los chaneques, duendes, chicones, aluxes, gnomos y demás espíritus elementales.
 
Otro mito cuenta que cuando Dios terminó de crear al mundo, se dio cuenta que nadie cuidaba la naturaleza, por lo que creó a los chaneques para que cumplieran ésta misión. Así que por mandato divino son los reyes de la tierra, y cuidan de los cuerpos de agua, plantas y animales. Igualmente se dice que los chaneques son como nosotros, pero no están bautizados, por lo que no tienen permiso de Dios para vivir en los pueblos.

Todavía es frecuente que cuando un niño deja de comer y comienza a enflacar o es muy miedoso, se piensa que está "enchanecado". En el centro del país se cree que las personas pierden su sombra; en el sur de Veracruz, en cambio, se cree que es el chaneque quien se apodera del alma de los niños o de los adultos, sobre todo cuando resbalan accidentalmente en algún manantial. En Oluta aún persiste la cura de chaneque.
 
Es en realidad una fiesta que se hace al niño enchanecado. Se llevan jaraneros y se invitan a otros niños. Mientras la curandera reza en popoluca y sahuma la comida, los niños comen y toman refrescos y cerveza. Después todos se dirigen a un arroyo, donde los niños juegan y se bañan al Son de los Enanos. Allí se deja comida y bebida a los chaneques, para que dejen libre el alma del niño enfermo. En otros lugares se cree que las figurillas arqueológicas son juguetes de chaneques y que éstas tienen poderes para curar el enchanecamiento.

El nombre de chaneque deriva del idioma nahua, de chan, casa o morada o del verbo chanita, vivir o morar en algún lugar. Algunos estudiosos lo derivan de achane o atlanchaneque, que significaría "los moradores del agua". Para los indígenas achane es el chaneque del agua, que vive en las lagunas u ojos de agua. En Zaragoza achane es una chaneca parecida a una sirena que vive en Estero Rabón, uno de los lugares sagrados de los nahuas. Chaneque significaría simplemente "los moradores" o "los habitadores" de una casa o de un lugar. Es curioso que la palabra duende tenga un significado parecido, pues significa "los dueños de la casa".


Aunque los chaneques son característicos del antiguo Sotavento, también se cree en ellos en otros estados, como Guerrero o Colima. En el Sur de Veracruz y en Tabasco esta creencia se originó sin duda desde los tiempos olmecas, pues en algunos altares tallados en basalto, encontrados en los sitios de San Lorenzo Tenochtitlán y Potrero Nuevo, se muestra a unos enanos rechonchos, vestidos con taparrabo, que sostienen sobre sus brazos una lápida que parece representar a la superficie terrestre.

La antigüedad de estos monumentos es de unos tres mil años y sus personajes corresponden con la apareiencia que la tradición oral atribuye a los espíritus guardianes de los bosques. Sin duda son chaneques, que treinta siglos  después nos miran impávidos con sus rostros de piedra.
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