lunes, 28 de noviembre de 2016

De desamores, dementes y desmadres 2: El inverosímil patetiquísimo caso infernal de José e Isabel

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Resulta que desde que volví a San Cristobal para comenzar uno de los proyectos en los que estaba, junto a Akira, un viejito japonés adicto a las novelas y J-pop de su país, me quedé en el lugar donde se estaba hospedando, el cuál pensé que sería una casa que ya estaba rentando formalmente. Y bueno, el lugar resultó ser un pseudo-hostal. Una pseudo-casa de húespedes.

No es que tuviese aversión al lugar, pues, en mis entrenamientos dde Rambo, me he quedado a dormir acampando en el bosque, la playa, y hasta casi- escondido en parques públicos, casi como un indigente. Por ende, el tener una recámara de la cuál guarecerme de las inclemencias del clima, me parecía bien... sí... los otros húpespedes eran un mexicano, con su novia germana, otro japonés, y otros vatos - al juzgar por las apariencias - de las tierras de los orcos, y otros tantos de esos mundos paralelos que hay bajo los alcantarillados.

Pero de estos últimos seres no me preocupo, después de todo, no hacían nada malo, fuera de las apariencias o de sus actitudes, las cuales, fuera de parecerme sospechosas o motivo de observación para estar con cuidado, me parecían graciosas. A saber:

Había un individuo escuálido, alto, todo pálido, de cabello oscuro y corto, de lentes de nerdo, que sólo le faltaba la etiqueta: "patéame en los güevos y una vez que esté en el piso, sométeme aplastándo con tu pie mi cuello".  Este cuate, se la pasaba a la expectativa de lo que hacían todos ahí, paseándose nerviosamente en el interior de un lado a otro entre los pasillos, como si hubiese este flaco puñetín acabado de asesinar a alguien y no supiera qué hacer, si entregarse, suicidarse, auto-hacerse una cirugía plástica con herramientas caseras para hacer bisutería con macramé. Creo que era adicto a esas cosas que se metía Osho para no parpadear y que sus seguidores creyeran que era un tipo místico muy profundo. Nunca le vi hablar, sólo pasearse todo ido nervioso, o bien, quedarse también en su lugar, también ido y nervioso. Fumando siempre. Quizá no quería volver al hospital psiquiátrico.

La pareja del mexicano con la germana... bueno, no hay mucho que contar, vivían de manera regular, aunque el mexicano sí era medio-mierda. Siempre intentaba inculpar a los japoneses de cosas que hacía, como tomar cosas de los demás de la cocina y refrigerados, hasta dejar los cuartos de baño con regalos escatológicos. Hasta que lo descubrieron.

Pero bien, de lo que va el tema "Desamores, dementes y desmadres":

Pese a haber estado ahí durante un mes (que claro, jamás estuve un sólo día todo el día en el lugar, pues me iba a pasear, explorar, a trabajar y hacer otras actividades), no tengo malas experiencias, y de hecho aprendí mucho estando en tal lugar. Aprendí más bien una sóla cosa: a no ser definitivamente lo que no quiero ser. Que fumar hierba no te hace más sabio, inteligente, que no eleva tu nivel de consciencia. Todo lo contrario.

La cosa está así. El tipo que se encargaba de cobrar la estancia a los inquilinos y del "mantenimiento" del lugar, era uno de esos fumadores de weed que no podía estar sin fumar ni una media hora y sin ver los Simpson, que - lo juro por Alláh y el profeta - sino le daba síndrome de abstinencia y se ponía todo temblorino, desesperado, psicótico.

El otrora-hombre, se la pasaba quejándose amargamente de todo el universo a su alrededor. De sol a sol. En verdad, no había hora en que no se la pasaba quejándose de algo: "¡Chingadamadre ya va a llover!" "Puta madre, ya se fue el internet" "¡Pinche gente puerca, limpien la cocina después de usarla, cabrones!" "¡Todo yo, siempre tengo que hacerlo todo yo!" "¡Pinche Homero Simpson, estás bien pendejo!", y otros etcéteras.

Éste especimén de junkie Sancristobalense casi jamás salía del recinto. Sólo para comprar hierba y hash, para ir a fumarselo en la comodidad de su asiento frente al televisor, para ver sus maratones diarios de capítulos de los Simpson.

Lo increíble de éste pseudo-relato es que, el tipo tenía esposa y un crío, al cuál por cierto, nunca lo escuché llorar. La esposa, quien tenía 16 años, tampoco abandonaba el lugar, salvo para ir por las coca-colas de su esposo, el cuál también era adicto a tal bebida azucarada. La mayoría del tiempo se la pasaba paseando por la casa al bebé en su carreola. Supongo que jamás lloraba, porque el papá le rociaba humo de su porro en la cara para mantenerlo adormecido y que no estuviera chingando. Eso o bien, el retoñito era tal vez un muñeco o hasta un tronco, un leño. No lo sé. Tampoco vi alguna vez que lo alzaran o cargaran en brazos. No, nada.

Ahora, para tener un referente de los personajes, paso a describir sus físicos (haría dibujos pero me tomaría más tiempo):

El tipo, es moreno. Pero no un moreno saludable como bronceado, cobrizo, puerto-riqueño o caoba. No. Es de un moreno-cenizo. Como de lagartijo común, luego de 3 días de muerto. De greña larga, complexión rechoncha, barrigón, bigote medio crecido, y pesé a tener 27 años, se veía fácilmente como mínimo el doble de edad. Que bien podría parecer personaje de televisión o de película: el ayudante chemo de un trabajador de taller mecánico. En cuanto a la estatura, quizá medía un metro y 60 centímetros. Casi un Hobbit. Y un razgo característico e inolvidable del chamo, es que siempre tenía la mirada roja y humosa. Voz algo irritada, más bien aguda. Reía como gallina y tosía como carcacha cayéndose a pedazos.

La otra protagonista, la esposa, también era de tez morena, aunque tampoco era de un tono muy saludable. Más bien cenizo, del color de su personalidad. Delgada, cabello oscuro y... no lo sé, es difícil describirla, su apariencia es tan común, tan genérica, que es cosa fácil, imposible de recordar. Eso sí, también tenía la mirada de resignación indestructible a los designios de la providencia. La voz también me  resulta complicado de describir, pues era igual, tan simple, tan cgenérica y carecía tanto de vocabulario, expresiones y tonos singulares, reconocibles.

Completando estas imágenes, pasemos ahora sí, al incidente que es motivo de éste post.

Cierto día, recién llegaba por la mañana a tal hostal, y me disponía a ver el nuevo capítulo de Dragon Ball Super, para después ponerme a hacer unos diseños durante todo el día.

Entonces, lo primero con lo que me encuentro es que todo el lugar está en silencio, debido a que no hay internet. Por lo tanto, no habían ruidos de las computadoras y televisiones a todo volumen, pues los inquilinos solían "amenizar" el lugar con videos musicales  de reggae jamaiquino o psycho de esa que dan convulsiones con tan sólo escucharlo.

Me dio igual, así que me puse a ilustrar. Cuando de pronto, noto el cristalazo del silencio roto:

- ¡Chinagadamadre , Pinche Chabela! ¡Te dije que fueras por mi puta coca y no fuiste, pinche culera!

- ... (silencio)

- ¡Ábreme la puerta, pinche ojete! ¡Te dije que no cerraras la puerta!

- ...

- ¡Hey, te estoy hablando pendeja! ¡Ábreme la puerta, te digo!

- ...

- ¡Hey, te estoy hablando, no te hagas pendeja! ¡Órale, no estoy jugando!

Luego de una hora - literal - de rebuznidos rezongones y demás berrinches consistentes en lo mismo. Peticiones de apertura de la puerta:

- ¡Chingadamadre, pinche Isabel! ¡No mames! ¡No mames! ¡Ya estoy cansado de ti! ¡No sirves para nada! ¡No vales madre! ¡No sirves ni para puta madre! ¡Estoy harto de ti! ¡Harto, harto! ¡Me tienes aquí como pendejo más de una hora, pidiéndote  que me abras la pinche puerta! ¡Sólo voy a sacar algo!
 

- No...

- ¡¿Qué no?! ¡Hija de tu puta madre! ¡De verdad, ya me voy a ir a la chingada! ¡Ahora sí, te lo juro! ¡Por Dios, que ya me voy a largar, ahora sí lo digo en serio! ¡Estoy hasta la madre de que siempre me hagas lo mismo! ¡Sólo abreme la pinche puerta, sólo voy a sacar mi dinero!

- No, lo vas a usar para comprar marihuana

- Y si lo quiero para hierba, ¡¿qué?! ¡¿A ti qué putas te importa!? ¡Es mi pinche dinero!

- Pero te lo gastas todo en hierba

- ¡Es mi pedo, estúpida! ¡Yo soy el que aquí hace todo! ¡Sí, son $500 pesos, pero al menos hago algo, no que tú que no trabajas ni haces nada más que aplastarte todo el día a ver la tele! ¡Yo limpio mierda de los baños! ¡¿Y tú qué?! ¡Tú ni siquiera puedes limpiarte el culo,
eres una pinche inútil, eso es lo que eres, pinche mantenida inútil, no sirves pa´puta madres!


Cabe resaltar que la chava en ningún momento sollozó, ni alzó el tono de voz, y lo que es aún más inverosímil: el supuesto bebé tampoco lloró ni hizo ruido y ni siquiera fue mencionado.

- ¡¿Sabes qué?! ¡¿Sabes qué?! ¡Ahora sí! ¡Está bien, quédate ahí encerrada, púdrete ahí adentro, me vale madre! ¡Me vales madre! ¡Tú eres nada sin mí! ¡Ahora sí, ya me largo! ¡Me largo!

El "hombre" entonces se agarra de las greñas y a paso apresurado, avanza unos 6-7 pasos, sólo para dar media vuelta y regresar a la carga.

- ¡Que me abras la puta puerta de una vez, Isabel!

La hitoria se repite con las amenazas de fuga. Fue un loop que duró una hora más. "Ahora sí ya te lo juro, me largo a la verga de aquí". Hubo un momento en el que creí que le habían puesto algún alucinógeno a mi café, porque se repetían las mismas acciones y palabras altisonantes. Un bucle eterno. Pero una hora más después:

- ¡Con una chingada, pinche escuincla mimada! ¡Ábreme por favor, pinche estúpida, mira, te lo ruego! ¡Te lo estoy rogando! ¡Mira, me voy a poner de rodillas, sólo quiero sacar mi libro y te juro por Dios que me voy, ándale! (Mencionó un libro, el tipo tenía un libro, leía, sabía leer ¡Leía! ¿cómo era eso posible? Aunque no sería de extrañarse que fuese un libro de chistes verdes o de Cohello).

- No, José, porque me vas a pegar

- ¡No seas mamona, chabela! ¡¿Cómo te voy a pegar?! ¡Tú ya ni siquiera necesitas que te peguen! ¡Tú no entiendes con nada, tienes mierda en la cabeza! ¡Nunca aprendes! ¡¿Cómo chingados te voy a pegar, ya me da güeva pegarte?! ¡No gano nada!

- ...
- ¡Mira, me voy a poner de rodillas, abre la cortina para que veas! ¡Mira, estoy de rodillas, ábremeeeee, chingadamadre! ¡¿Qué mas quieres, Isabel?! No, ¿sabes qué? Pinche vieja estúpida, no tienes dignidad, ni sirves para anda. No sé que hago contigo, ya ahora si me largo. Jamás me vas a volver a ver. ¡Arréglate como puedas, porque ni para puta sirves! ¡Hasta una muerta ha de coger mejor que tú! ¡Un puto cadáver debe ser más rico que tú! ¡Ojalá te mueras rápido, porque nomás sirves para ocupar espacio. Pinche niñita malcriada!

La bestia repitió los mismos recorridos, y palabras más, palabras menos, el mismo rollo, durante una hora más. En esos momentos, por extraño que parezca, todos nos encontrabamos, cada quien en su cuarto, escuchando atentamente el evento. Que paciencia. Que paciencia de la tipa de estar aguantándo tantas majaderías, groserías en su contra, sin jamás contra-atacar verbalmente, sollozar o pedir que parara. Y que paciencia del tipo para aguantarse a sí mismo chillando como cerdo durante poco más de 3 horas ininterrumpidas, con un discurso que consistía en expresiones concatenadas de 3 insultos + 3 ruegos + 3 amenazas + 1 juramento + 2 inultos.

Y el bebé jamás emitió sonido alguno.

Y, para no redundar más en la historia, al final, luego de 3 horas y media. A las 2:25 e la tarde, por fin, el energúmeno rompió el cristal de la ventana, metió la mano, alcanzando el cerrojo de la puerta y se abrió.

No hubo violencia después, no hubieron más gritos. Surgió el surrealismo: la pareja infernal salió al pasillo a plantarse a ver sus diarios 16 capítulos
de los Simpson, riendo como si nada hubiese sucedido.

Y el bebé nunca hizo el más mínimo sonido.

Esto sucedió a dos semanas de que hubiese llegado al lugar. Y, a modo de bonus, he aquí otro mini-diálogo que había escuchado justamente la primer noche que llegué al lugar:

- ¡José! ¡Déjame ya!

- Ay, hombre, si bien que te gusta, ya deja de estar de apretada...

- No, no quiero, no tengo ganas

- Nunca tienes ganas, siempre te tengo que estar rogando pinche chabelita, ánda ya, no te pongas de mamona

- ¡Que no! ¡No quiero, en serio! de verdad, déjame ya en paz, por favor!

- ¡Ah, está bien, pinche frígida! ¡Hay mil mujeres mejor que tú, y yo podría estar cogiendo con cualquiera de ellas! ¡No sé que chingados hago contigo, pinche vieja creída
Y bueno, estos dos últimos diálogos son de esas cosas que me dejan reflexionando, que me "mejoran", pues mi mente subconsciente queda, además de entretenida, espantada, horrorizada ante el hecho de volverme una persona así.

Así que, vivenciando esto, le hecho más ganas todos los días a todo. El firme propósito de no volverme como ellos, se vuelve más fuerte cada día, y así, cada vez que me siento cansado, sólo pienso en esa desafortunada pareja. Después de esto, cualquier problema de pareja de otras personas (y espero que nunca las mías) parecen juegos de niños de kínder. Así, mejoro en mis actitudes ante la vida, en la toma de desiciones. Visualizar o escuchar casos como estos, le hacen a uno madurar, creo. Saber lo que uno quiere y si no, al menos saber en definitiva lo que uno NO quiere en su vida.

Pero, ya para terminar, a todo esto, he de agregar dos cosas más. Olvidé mencionar que la familia de la chica vivía en la casa de al lado, y ella me había comentado que su papá era alcohólico y no quería a su "esposo" porque fumaba hierba (¡Wow, sólo por eso!). Así que los corrió de la casa, para, luego de unas 3 horas de angustia y desesperación, decidieran instalarse en el hostal de al lado.

Ah, sí, y también olvidé mencionarlo. En todo el mes que estuve en el lugar, el bebé jamás, pero jamás hizo un sonido.

Moraleja: Niños, no piensen que la hierba soluciona todos los problemas de la vida y mucho menos que despierta la glándula pineal otorgándoles super-poderes y sabiduría suprema. No, los hace que tomen desiciones estúpidas, como elegir parejas que les hacen la vida una celda pakistaní.

Moraleja 2: Por favor, jamás pierdan el miedo a caer al precipicio de la mediocridad, y ahogarse en el océano de la decadencia. No seán jamás como José e Isabel.

¡Shalom! :D
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