domingo, 11 de enero de 2015

Reporte de viaje con hongos psilocibes (3)

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Slow Motion dentro de las orgánicas grutas de la lámpara de lava

Sin darme cuenta, ya estaba escuchando la más psicodélica, seductora irresistible y juguetona pieza de la noche: Flow Motion de Can.



Lamenté que Kine no quisiera participar de este tipo de experiencia, ni mi hermana, ni la gran mayoría de mis amistades. Pero el lamento se tornó en una feliz esperanza, al querer repetir la experiencia con mi inigualable compañera y Maestra de viajes luego, cuando volviera a México. Pues este tipo de experiencias, pensé, deben de compartirse, la felicidad se comparte. ¡Y que mejor que con alguien que en verdad quiera compartirla sin miedos!

Volviendo al momento, Creí que ya estaba llegando a la meseta de a experiencia psicodélica de es noche. Lo sentía. Pero esa meseta, aún y con que hubiese una dosis muy pequeña, fue por demás placentera. El tiempo y la atmósfera hacían totalmente alusión al título y la estructura de la canción. Todo era fluidez en cámara lenta. Hubieron ilusiones sutiles. Me sentí como en el interior de una lámpara de lava, con fragmentos del todo derritiéndose hacia abajo y hacia arriba a la vez que nosotros y cada una de nuestras partes de Todo, nos diluíamos, nos separábamos y nos volvíamos a unir, pasando por todos los estaos de la materia: sólidos, líquidos, gaseosos, plasma, cubo e hielo cuántico... ¡Oh, sí!, sensualidad es todo lo que puedo decir de ello. Condensarse, precipitarse, todo con lentitud, sin prisas, a su debido tiempo, disfrutable. Sonreía, sonreía. Me desprendía, me alejaba de mí mismo, me volvía a unir, era uno con la lámpara de lava. Y veía no sé cómo, mi interior al mismo tiempo con luminosidad naranja-cobriza y roja, los glóbulos blancos y rojos, la sangre transportando oxígeno por todo el cuerpo, el vació interior en las cámaras vacías de mis globos oculares, el cerebro, palpitando luminosamente al ritmo de la música, a la vez que los destellos eléctricos de los riffs psicodélicos de las guitarras hacían vibrar huesos, venas y arterias. Vi mi esqueleto, la sonrisa de mi calavera desprovista de piel, de carne.

La sangre fluía en cámara lenta. Gozé mi derretimiento durante el transcurso de toda la canción, que me pareció que duró como una hora. No había nada más erótico que la sensación orgánica de un cuerpo, mi cuerpo.

Sentir el cuero cabelludo, el cabello, fue como sentir que era yo un mundo y mi cabello la cúpula en la cima de la montaña más alta de ese mundo, y cuya cúpula en la cima era una bosque de árboles milenarios. Árboles cuyas cortezas de folículos capilares contenían ingredientes que albergaban secretos de vida eterna y larga vida. Reía. "Soy tan sagrado" pensé "sí, soy tan sagrado y éste tipo de descubrimientos sólo los puede lograr uno mismo, yeaaah"

"Ahora mismo no me importa quién soy, no me importa que no me haya encontrado o si nunca me llego a encontrar, probablemente no exista, probablemente no soy real, tendré otras vidas, mis memorias serán borradas, mis momentos, tendré otros padres, otros amigos, tendré otro cuerpo, otra vida, otra naturaleza, otro mundo, pero al final de cuentas, al igual que el Todo de ésta lámpara de lava, me volveré a unir y a desunir y a unir en todas mis partes  en la inpermanencia, nos encontraremos así, viviremos la experiencia humana, la trascendencia, elegiremos tiempo y lugar, las limitaciones serán temporales como todo, pero aquí estaremos, veré a través de otros ojos, sentiré desde otra piel y otro corazón, responderé ante otro nombre, pensaré y reflexionaré con otro cerebro, pero seguiré siendo yo"

Mientras tanto mi cuerpo serpenteaba por sí mismo, se revolcaba, estiraba y retraía plácidamente como un perro sobre el pasto, poseído por la felicidad del autodescubrimiento de la conexión del cuerpo físico y del espíritu, de alma.
Aquí ya no habían palabras, solo felicidad, una felicidad asquerosa como de rascarse una roncha de piquete de mosquito. Una felicidad envolvente, como sabiéndome consentido por los espíritus de los hongos que ahora eran uno conmigo. Me vinieron sólo imágenes de hongos luminosos. Hongos vigias, hongos chamanes, hongos sanadores, hongos sacerdotes, hongos mensajeros, hongos barqueros.

Hubieron luces de cocuyos y luciérnagas, chispas esmeraldas que se encendían y apagaban lentamente, que atribuí a la sinergia de las guitarras distorsionadas.

Sensualidad, ¡oh! sensualidad era todo lo que sentía. "¡Que delicia tan maravillosa es poseer carne, no ser una roca, una planta o una máquina, un mineral, ahora entiendo los textos budistas tibetanos que dicen que es una gran maravilla el poseer un cuerpo humano y lo difícil que es obtenerlo". Valoré mucho tener salud, y se reforzó enormemente la idea de seguir cultivando la salud, la vitalidad, el movimiento expansionista, ya imparable de la mente. Aunque me moría de ganas de fusionarme con otros seres, asimilar por contacto físico seres puros: aves, peces, lagartos, árboles, plantas, seres humanos...hongos.

Quise por escasos segundos levantarme y expresarle a Kine todo eso que estaba pasando, abrazarla, decirle lo hermoso que es estar vivos, pero la inteligencia superior se interpuso diciéndome con justa razón, y acompañado de la imagen automática de rechazo que sobrevendría al verme las pupilas dilatadas, terminando así la cosa en un mal-viaje o una transformación emocional de naufragio en la frustración. Sabía que se daría cuenta y que terminaría con la “fiesta”. En gran parte porque el “Pepito-grillo” de mi moral haría brotar el manantial del aguafiestismo, empapándome todo. Sabía que no podría estr en los mismos niveles de interacción eléctrica de los extasiados delirantes neurotransmisores míos, por lo tanto, no tendría la más remota idea de lo que estaba gozando en ese momento de divinidad psilocybinica.

Pero acepté la sugerencia mental prevista con optimismo, pensando que quizás algún día ella, por si misma, pudiera ser que quisiese experimentar por si misma, dándose cuenta de todo lo que se había perdido.
The Sounds of silence
No dejaba de sonreír a la vez que terminó Flow Motion para dar comienzo a The sounds of silence de The Mystic Moods.

La canción por demás se me hizo mística, y los sonidos de la lluvia, los relámpagos y los instrumentos me sonaron como mensajes de día lejanos, olvidados, de la culminación de una era.



Pensé en los 60´s, en todo lo que se dio, todos los cambios, en que si hubiese sido muy probable que tod la gente de aquellos días si hubiese experimentado un verdadero amor libre, libre de apego y proyecciones personales que distorsionasen la percepción del bien-amado. Pensé en mi país, en éste, en Estados Unidos, en China, no sé. En el mundo, en sus países. En cuantas personas estarían experimentando algo como yo en ese momento, en cuántas estarían teniendo exactamente los mismos pensamientos. Pensé en el sufrimiento, me conmoví. Sonreía pero ya la tristeza comenzaba a corroer la alegría.

Comenzaba el descenso de la Montaña. Volví a mi centro físico. Volví a recordar que tenía un nombre, un lugar en éste mundo. Que no pertenecía ni a los mundos que se me mostraban en la experiencia psicodélica, ni al mundo en que mi cuerpo yacía en cama. Era el final de mi era también. De meditar y hacer, de crear. De recordar que tenía un propósito en el mundo. De crear mi mundo en el mundo.

Sentí un entusiasmo recubierto de alegre tristeza y melancolía. Recordar que era mortal, que todo mi vida en tiempo cósmico equivalía a una millonésima de segundo. Recordé que debía de hacer el bien. Siempre el bien. De ser feliz, pero buscar siempre la felicidad de los demás, y no sólo buscarla, sino lograra. Vino un sentimiento de que pronto me encontraría en el mundo humano otra vez. Y que el mundo humano no estaba bien. Que el mundo humano se rige por un sistema explotador, en el que no tenemos realmente validez, somos productos que consumen productos, nada más. Energía utilizada para materializar los deseos más oscuros de seres realmente egoístas.

Pensé nuevamente en los hongos, comprendía que realmente hay una fuerza mística y misteriosa que reside en ellos, en toda la naturaleza, que interactúa constantemente con todos nosotros y que no logramos apreciarla en su totalidad, sino a través de estados realmente elevados de consciencia, o de uso de enteógenos. Pero que éste sistema está diseñado para sedarnos, para desconectarnos de la realidad. La realidad divina.

La realidad que nos hace ver lo increíblemente bellos que somos como creaturas y de que somos capaces de todo lo imaginable. Que en lugar de eso, el sistema nos hace creer que todas las soluciones a nuestros problemas cotidianos residen en el poder del dinero. Que el universo gira alrededor de un núcleo que tiene marcado con fuego perenne el signo de $.

Me quedé pensativo, ya no sonreía, la canción terminó, dejando al final a los últimos grillos de la madrugada expresar sus últimos versos.

Las palabras cesaron por minutos, apareciendo sólo para confirmar verbalmente lo que veía en mi mente, lo cual se sucedía de manera aleatoria, desorganizada, impredecible: Imágenes de pasto. Deseos de ilustrar imágenes psicodélicas que incluyeran hongos y plantas alucinógenas, trazar mis símbolos y jeroglíficos cósmicos, escribir algo en esas lenguas irreconocibles. Imágenes de cielos llenos de nubes de hielo y fuego y relámpagos, hormigas yendo y viniendo de sus hormigueros...
Allahu Ákbar, la creación es Ákbar
Luego comenzó una canción de llamado a la oración a la mezquita con sonidos de misteriosos vientos de oriente que cruzan desiertos místicos llevando consigo la exhortación a la pronunciación eterna de "Dios es Grande" (Allahú Ákbar).



El archivo sonoro duraba apenas minuto y medio, pero en ese estado de conciencia profunda, se sintió como media hora y que debió durar más, probablemente la recitación completa de algún par de suras.

La emotividad religiosa hizo presencia. Sentí respeto profundo por la religión, lo religioso, los religiosos, sobre todo por aquellos que con sinceridad aman aquello que llaman Dios. La habitación por su parte, seguía teniendo colores ondulantes, los contornos brillaban de color rojo y amarillo, como calientes. Las sábanas se sentían a ratos ligeras, a ratos pesadas, como seda de hábitos de scerdotes, de monjes,  luego como enredadera de árboles del amazonas revistiendo y atavindo mi piel. No había un yo, sino la consagración sincera con la divinidad.

Las oraciones sagradas islámicas continuaban y deje de poner atención a los detalles externos para concentrarme en la visión que la canción me otorgaba. Cerré los ojos y me concentré. Viendo en verdad como los fieles acudían a la mezquita para postrarse ante el Uno y Único. Vi los derviches danzando en estado de trance por toda la eternidad, sonriendo completamente disueltos en éxtasis, siendo uno con Aquél que Es.

Las imagenes se desvanecieron suavemente en el viento del olvido, dándome a entender que al final de los tiempos, toda la existencia humana, así como todas sus religiones habrían de  desaparecer de la faz de la tierra, y al mismo tiempo, se me revelaba imágenes de que en otros mundos, en otros planetas las religiones, incluyendo sus similitudes, diferencias y conflictos eran algo común, y que eran parte razonable e inevitable del desarrollo evolutivo de todas las civilizaciones.

La canción terminó, aunque seguía absorto con las últimas visiones de todas las incontables civilizaciones que desaparecieron sin dejar rastro alguno, en nuestro mundo, y en los otros. Sus vestimentas, sus tradiciones, rituales, lenguas, gestos, morfologías, fenotipos. Fue una delicia visual contemplar estos rostros con muchísimos razgos distintivos. Las líneas de expresión, que parecían ríos atravesando la superficie de los mundos que representaban esas caras, ver sus cueros cabelludos como bosques y selvas. Ver arrugas como grietas de tierras desérticas. Ver ojos como lagos perfectamente redondos en algún oasis en el espacio exterior. Ver labios como entradas a grutas sagradas hacia el interior de la planeta. Narices como volcanes por donde inhalaba y exhalaba la tierra.
つづく
Continuará...
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