martes, 29 de julio de 2014

El ladrón de conocimiento

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Cuento chino

Yang Lu Chan nació al comienzo del siglo XIX en el seno de una familia de campesinos. Desde joven no tenía más que una pasión: el Shuan-Shu, el arte del puño. Desde su infancia, frecuentó asiduamente las escuelas de artes marciales de su provincia y muy pronto alcanzó el rango de un experto de gran reputación. Pero los estilos que había practicado hasta entonces no le satisfacían. Sabía que desde la destrucción del monasterio de Shaolin, el arte del puño había lentamente degenerado en un método de combate que daba demasiada importancia a la técnica y a la fuerza muscular. A pesar de su búsqueda por todos los rincones de su provincia, Ho Pei, no conseguía encontrar un Maestro susceptible de enseñarle un arte más profundo que le condujera a la Vía de la armonía.

Su desesperación llegó a su término cuando oyó hablar del Tai Chi Chuan, arte que empezaba a ser popular en otra provincia, Honan.

Abandonando a sus padres y amigos, Yang emprendió un viaje a pie de más de 800 km. para dirigirse a la patria del arte que deseaba estudiar. Aprovechando un momento de oportunidad entró en los círculos cerrados de practicantes de Taichi. En el curso de sus conversaciones con ellos, un nombre volvía continuamente a su mente: el del Maestro Chen Chang Hsiang. Este hombre pasaba por tener el "Kung Fu" más perfecto de su época. Desgraciadamente enseñaba exclusivamente a los miembros de su familia, en el más estricto secreto.

Yang pensaba que después de un viaje tan largo tenía que estudiar con el mejor Maestro. Hábilmente consiguió interesar en casa de la familia Chen como criado. De esta manera, cada día se las arreglo para espiar secretamente el entrenamiento familiar bajo la guía del patriarca. Cuidadosamente disimulado, observaba atentamente los movimientos, bebía las palabras y los consejos del Maestro. Después, durante la noche, cuando todo el mundo dormía, se ejercitaba en hacer lo que había visto durante el día y pulía incansablemente los encadenamientos de movimientos que había aprendido los días precedentes.

Su espionaje continuó durante varios meses sin despertar sospecha... hasta que un día fue descubierto. Inmediatamente fue conducido delante del Maestro Chen. Se esperaba lo peor. En efecto, el anciano parecía muy enfadado. El tono de su voz dejaba ver una cierta irritación.

- Y bien, joven, parece que has abusado de nuestra confianza. Usted se ha introducido aquí con el único objetivo de espiar nuestra enseñanza, ¿no es verdad?.

- Efectivamente - confesó Yang.

- No se aún lo que vamos a hacer con Ud. Mientras tanto siento curiosidad por ver que es lo que ha aprendido en tales condiciones. ¿Puede usted hacerme una demostración?.

Yang ejecutó un encadenamiento con tal concentración y fluidez que el anciano Chen quedó profundamente impresionado al ver un reflejo tan fiel de su Arte. Pero se cuidó bien de manifestar su emoción y durante un largo instante se quedó en silencio. Después declaró:

- Sería estúpido dejarlo marchar con lo poco que conoce. Mancharía la reputación de nuestra familia mostrando nuestro arte de una manera tan incompleta. Mejor será que se quede aquí el tiempo necesario para terminar el aprendizaje. ¡Pero esta vez bajo mi dirección!

Yang permaneció aún varios años en la familia de Chen, integrándose cada vez más profundamente en el Arte Supremo del Tai Chi. Después de haber recibido la bendición de su anciano Maestro, Yang volvió a su provincia natal.

En Pekin, donde decidió instalarse para enseñar su arte, no tardó en ser conocido con el nombre del "insuperable". En efecto, a pesar de otros profesores y campeones jóvenes le desafiaron a menudo, nunca fue vencido. Sus combates contribuyeron a fortalecer la reputación del Tai Chi Chuan, sobre todo porque conseguía neutralizar a sus adversarios sin herirlos jamás
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