domingo, 15 de diciembre de 2013

La música y la felicidad

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Extracto de El viaje a la felicidad de Eduardo Punset
 (Del capítulo 7: La felicidad programada: 

la comida, el sexo, el alcohol, la música y el arte
[Las artes plásticas y la música])

Todos los humanos compartimos -y los esquizofrénicos y los deprimidos bipolares en mayor grado- un rasgo biológico cognitivo de nuestra personalidad que es la desinhibición. A mayor desinhibición, mayor creatividad y, por lo tanto, más expedito queda el camino para la creatividad artística y musical. Las artes plásticas y la música generan, como la buena comida, el sexo y las drogas, un sentimiento de bienestar. Escuchar buena música y componerla forma parte, igualmente, del sistema motivacional y de recompensa que garantiza la supervivencia mediante la búsqueda del bienestar. Quizás componer música resulte más misterioso para la gran mayoría que preparar una receta exquisita, pero no es una razón suficiente para intentar separarla, alegando una supuesta espiritualidad de la música, del entramado de circuitos neuronales.

Las investigaciones mas recientes han revelado que la música, al actuar sobre el sistema nervioso central, aumenta los niveles de endorfinas, los opiáceos propios del cerebro, así como los de otros neurotransmisores, como la dopamina, la acetilcolina y la oxitocina. De las endorfinas se ha descubierto que dan motivación y energía ante la vida, que producen alegría y optimismo, que disminuyen el dolor que contribuyen a la sensación de bienestar y que estimulan los sentimientos de gratitud y satisfacción existencial.

En el Centro de Investigación de la Adicción de Stanford (California), el científico Avram Goldstein comprobó que la mitad de las personas estudiadas experimentaba euforia mientras escuchaba música. Las sustancias químicas sanadoras generadas por la alegría y riqueza emocional de los sonidos capacitan al cuerpo para producir sus propios anestésicos y mejorar la actividad inmunitaria. Goldstein formuló la teoría de que las « emociones musicales », es decir, la euforia que produce escuchar cierta música, eran consecuencia de la  liberación de endorfinas por la glándula pituitaria, es decir, fruto de la actividad eléctrica que se propaga en una región del cerebro conectada con los centros de control de los sistemas límbico y autónomo.
Más recientemente, el Joumal of che American Medical Association publicó los resultados de un estudio de terapia musical realizado en Austin en 1996. La estimulación de la música aumenta la liberación de endorfinas y disminuye la necesidad de medicamentos. « También es un medio para distraerse del dolor y aliviar la ansiedad », explicó uno de los ínvestigadores. En un estudio publicado el año 2001 porAnneJ. Blood, de la Uni-versidad MacGiil de Montreal, y Robert J. Zatorre, de la Universidad Washington de San Luis, Missouri, se demuestra, mediante tomografía por emisión de positrones (PET), que las respuestas placenteras a la música están correlacionada, con la actividad de las regiones del cerebro implicadas en los mecanismos de recompensa y emoción. Entre .éstas se encuentran la amígdala, el córtex prefrontal, el córtex orbitofrontal y otras estructuras que también se activan en respuesta a otros estímulos inductores de euforia como la comida, el sexo o las drogas.
Este estudio sugiere que la música recluta sistemas neuronales similares a los que responden específicamente a los estímulos biológicamente importantes, relacionados con la supervivencia - como el sexo y la comida, y también a otros que se activan artificialmente mediante las drogas, la activación de estos sistemas cerebrales por parte de la música podría represen-tar - de acuerdo con estos investigadores -, una propiedad emergente de la complejidad de la cognición humana.
La capacidad de la música de inducir un intenso placer, y la estimulación del sistemas de recompensa endógeno. sugieren que, aunque la música no es estrictamente necesaria para la supervivencia de la especie humana, constituye un beneficio significativo para nuestro bienestar físico y mental.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, se ha, imbuido al arte una dimensión especial, espiriual y cultural que lo distinguiría, de alguna manera, de los atajos más prosaicos hacia la felicidad, relacionados principalmente con el sistema serotonil. Las « bellas artes » despertarían reacciones afectivas positivas, por describir de alguna manera las sensaciones placenteras o incluso euforizantes que puede causar el arte frente a respuestas meramente sensoriales.
Hasta hace pocos años, las preguntas en torno a la filosofía del arte no pretendían hallar respuestas científicas, en parte porque no existían los medios  para comprobar las reacciones cerebrales ante los estímulos artísticos. Tampoco parecían interesar excesivamente las posibles respuestas de la ciencia frente a un mundo artístico que parecía mágico, casi religioso. El arte conmovía las mentes, agitaba el espíritu, alegraba los ánimos decaídos.
El arte « funcionaba », y eso bastaba. Actualmente se están desarrollando importantes investigaciones sobre el efecto del arte en el cerebro, como las mencionadas en los párrafos anteriores, y se dispone ya de datos científicos que pueden contraponerse a las teorías clásicas del arte barajadas hasta ahora.
Aquí sugerimos que el arte y la música formaban parte de la « búsqueda de amparo » del hombre primitivo, que anonadado por la angustia del miedo, buscaba respuestas en la religión, el arte y la organización política. Se trata de una búsqueda mediatizada por el sistema límbico para paliar las dificultades de la supervivencia.
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