martes, 25 de junio de 2013

Sensibilidad interior

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Del capítulo I de Seitai: Sensibilidad interior de Haruchika Noguchi
Traducido por Luis Crespo

No hace mucho una mujer estuvo al borde de la muerte como resultado de inhalar un gas venenoso. Tras ser reanimada comentó: “Nunca he tenido una experiencia tan placentera. Si uno puede morir así, la muerte es un acto de alivio físico. Pero cuando mi respiración retornó, de repente, y todo volvió de golpe, fue muy difícil. Si vivir es tan duro, pensé, no quiero vivir.”

Estar en un estado de plena sensación de bienestar físico no es distinto a estar muerto. El final del camino en la búsqueda del total bienestar físico es la muerte. Si uno tiene algo mal en su interior pero es incapaz de sentirlo, se debe a que el cuerpo se ha embotado. El sufrimiento es el resultado de estimular en el interior del cuerpo su lucha por vivir. Es absurdo pensar en términos de detener el dolor a fin de conseguir alivio físico; el sufrimiento es algo natural y, debido a que se sufre, uno sabe que está vivo.

Cuando uno practica katsugen o aplica yuki, la sensibilidad se reactiva gradualmente. Entonces uno vuelve a ser capaz de sentir hasta la más ligera anomalía en su interior. Cuando se hace yuki sobre una zona dolorida, el dolor desaparece gradualmente, moviéndose la mano de la persona que hace yuki hacia otra zona [del receptor] de un modo natural, surgiendo una nueva sensación. Suele suceder que una zona que nos dolió hace varios años vuelva a hacerlo del modo en que lo hacía al principio. Esto se debe a que el cuerpo ha recuperado su sensibilidad y se ha vuelto capaz de sentir de nuevo. Cuando uno es capaz de volver a sentir algo que anteriormente era incapaz es un progreso.Si uno es capaz de coger un catarro estará corrigiendo de ese modo una fatiga parcial. Pero si no se coge el catarro la fatiga continuará durante largo tiempo.

Poner el cuerpo en un estado ordenado (seitai) significa que la sensibilidad dentro del cuerpo se ha restablecido, y el hecho de que el cuerpo se haya dirigido hacia la vida muestra que se está recuperando. Aún así hay personas que se han atado al peso de las enfermedades y no están preparadas mentalmente para dar la bienvenida a un nuevo sentimiento de que no hay nada malo por tenerlas.

Incluso un bebé puede escuchar sonidos. Cuando escucha, tiene sentimientos que se armonizan con lo que está oyendo. Cuando un adulto escucha una pieza musical varias veces siente una mayor variedad de cosas entre el sonido. Y un niño también, cuando escucha música durante un rato, marca el ritmo con sus manos, sintiendo la melodía; cada niño desarrolla así su propia manera de sentir.

Recientemente me han hecho escuchar unas cuantas veces la canción para niños “El pequeño pescadero”. Mi hija mayor la pone constantemente. En cuanto entre en mi habitación me pide que se la ponga. Así pues la época en la que yo escuchaba la música que me gustaba ha desaparecido y, con ello, mis ganas de escuchar música. Cua ndo ahora pongo un disco siempre es algún tema como “El pequeño pescadero” o “Los palillos [para comer]”

Los niños aman realmente este tipo de cosas. Se debe a que el modo en que sienten es distinto del nuestro. La gente suele creer que el escuchar un sonido tiene algo que ver la sensibilidad del oído, pero en realidad nuestros oídos difieren de los micrófonos en que hay una función que conecta lo que oímos con los procesos cerebrales. Sentimos los sonidos de varias formas, como cuando escuchamos una melodía que es encantadora o feliz, o cuando cierta pieza musical tiene una atmósfera de tristeza. Si uno escucha un simple golpe sobre un gran tambor como música, lo que percibe no es el simple golpe. El hecho de escucharlo implica hacer que trabaje el oí do y sentir el significado que subyace dentro del sonido.

Y en lo concerniente a los ojos, no llamamos visión a la simple habilidad de ver. Hay algo más profundo que conecta la facultad de ver con el cerebro, así reconocer a alguien como la persona que nos encontramos hace tiempo, o a una persona que no nos gusta, o a una persona de gesto adusto, no es tan sólo una simple cuestión de ver sino de distinguir con lo que podríamos llamar otro ojo.

Entre los ojos existe otro ojo. Y entre los oídos existe otro oído. Y no tan sólo uno – la cosa sería simple si fuese así – sino que puede haber dos, tres, cinco o varias docenas de oídos, y mediante ellos los sonidos llegan a la cabeza.

A esto se debe que nuestros oídos sean capaces de oír. Se puede decir que uno puede verporque tiene ojos o que puede oír porque tiene oídos, pero no se habrá abordado la cuestión de las propiedades internas del cuerpo. Por que, además de los sentidos que perciben lo que es externo al cuerpo, está la manera interior de sentir. Nuestro cuerpo actúa en consonancia con nuestro propio modo de sentir. Es por esto por lo que un niño pequeño puede oír los regaños de su madre sin que pase por sus oídos. Como sabe que lo que oye es un regaño, este no pasa por sus oídos. Y si la madre sigue y sigue regañando, cuando el niño desearía que este fuese tan breve como fuese posible, no podrá aguantar más y deseará hacer lo opuesto a lo que la madre le está diciendo que haga. 

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