martes, 7 de mayo de 2013

Tír na nÓg: La tierra de la juventud

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De Anam Cara: El libro de la Sabiduría Celta de John O'Donohue

La tradición celta poseía una maravillosa intuición sobre la forma en que el tiempo eterno está incluido en la trama del tiempo humano. Está expresada en la historia de Oisín (Ossián), miembro de los Fianna, la organización de soldados celtas. Oisín cayó en la tentación de visitar la tierra de Tír na n-Óg, la tierra de la juventud eterna, donde vivía la buena gente, es decir, las hadas. 
Oisín se fue con ellos y durante muchísimo tiempo vivió feliz con su mujer Niamh Cinn Oir, conocida como Niamh la del cabello dorado. El tiempo, por ser jubiloso, transcurría con gran rapidez. La calidad de una vivencia es lo que determina el ritmo del tiempo. Cuando se sufre, cada segundo se alarga hasta parecer una semana. Cuando se está contento y se disfruta de la vida, el tiempo vuela. 
El tiempo de Oisín pasaba rápidamente en la tierra de Tír na nÓg.
Entonces empezó a echar de menos su antigua vida. Se preguntó cómo estarían los Fianna y que sucedería en Irlanda. Anhelaba volver a su patria, la tierra de Eire. Las hadas lo disuadían porque sabían que, como antiguo habitante del tiempo mortal y lineal, corría el peligro de perderse. No obstante, decidió regresar. Le dieron un hermoso caballo blanco y le dijeron que no desmontara, porque se perdería. 
Montado en el gran caballo blanco, volvió a Irlanda. Allí lo aguardaba una gran soledad, porque su ausencia había durado cientos de años. Los Fianna habían desaparecido. Para consolarse, visitó los antiguos terrenos de caza y los lugares donde habían banqueteado, cantado, contado viejas historias y realizado grandes hazañas. 
En el ínterin, el cristianismo había llegado a Irlanda. Cuando cabalgaba en su caballo blanco, Oisín vio a unos hombres que trataban vanamente de alzar una gran piedra para el muro de una iglesia. Él, que era soldado, poseía una fuerza descomunal y quería ayudarles, pero sabía que si desmontaba sería su perdición. Los miró de lejos y luego se acercó. No pudo contenerse. Quitó un pie del estribo y lo puso bajo la piedra para alzarla, pero en ese momento la cincha se rompió y Oisín cayó al suelo. En el momento de tocar la tierra de Irlanda se volvió un anciano débil y cubierto de arrugas. 

Esta hermosa historia muestra la coexistencia de dos niveles de tiempo. Quien cruzaba el umbral observado por las hadas, terminaba atrapado en el tiempo mortal y lineal. El punto de destino del tiempo humano es la muerte. El tiempo eterno es presencia ininterrumpida.
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