jueves, 14 de febrero de 2013

Donde se inicia...

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De El Monasterio Mágico de Idries Shah


Cierto maestro Sufí y uno de sus discípulos recorrían a pie un camino de campo. El discípulo le dijo:

- Sé que el mejor día de mi vida fue aquel en que decidí buscarte y descubrí que a tu lado me encontraría a mí mismo.
El Sufí dijo:


- La decisión, para apoyo o para oposición, es algo que no conoces hasta que conoces. No la conoces por el hecho de pensar que la conoces.


El discípulo comentó:


- El sentido de tus palabras me resulta oscuro, tu afirmación es confusa para mí y tu intención se me escapa.


El maestro dijo:


- Dentro de unos instantes podrás ver algo acerca de la decisión y de quién la toma.


Poco después el Sufí y su discípulo arribaron a una pradera donde un campesino se entretenía con un perro arrojando un palo para que lo buscara.


El Sufí dijo:


- Voy a contar hasta cinco, entonces ese hombre le lanzará tres palos al perro.


Y así fue. Cuando el Sufí hubo contado cinco, el campesino alzó del suelo tres palos y los arrojó al perro, a pesar de que hombre y perro se hallaban a una distancia en que no podían oír al Sufí y a su discípulo y el campesino no los había visto.


Entonces el Sufí dijo:


- Contaré hasta tres y el hombre se sentará.


Apenas el Sufí había contado hasta tres el campesino se sentó en el suelo.


El discípulo, que no cabía en sí de su asombro, preguntó:


- ¿Podrías inducirlo a que alce los brazos?


Apenas el Sufí asintió con un movimiento de cabeza el campesino alzó sus dos manos hacia el cielo.


El discípulo se mostró maravillado. El Sufí dijo:


- Acerquémonos para hablar con él.


Después de saludar al trabajador, el Sufí le dijo:


- ¿Por qué le arrojaste al perro tres palos, en lugar de uno, con el fin de que te los trajera?


Ésta fue la respuesta del hombre:


-Decidí probar si él podía seguir el trayecto de tres palos en lugar del de uno.


- ¿Ésa fue una decisión tuya?


- Nadie me mandó hacerlo.


- ¿Y por qué -prosiguió el Sufí- te sentaste tan repentinamente?


- Porque se me ocurrió descansar.


-¿Alguien te lo sugirió?


- No había nadie aquí que pudiese sugerírmelo.


- Y cuando llevaste las manos hacia el cielo, ¿por qué lo hiciste?


- Porque decidí que seguir sentado en el suelo era una holgazanería, y me pareció que levantando las manos hacia el cielo indicaría que debía trabajar en lugar de descansar y que la inspiración de sobreponerme a la pereza me llegaba desde las alturas.


-¿También ésa fue una decisión exclusivamente tuya?


- Así es. No había nadie que pudiese tomar la decisión por mí; además esa acción fue la consecuencia de mi acción anterior.


El Sufí se volvió ahora hacia el discípulo y le dijo:


- Antes de esta experiencia tú me decías que te sentías dichoso de haber tomado ciertas decisiones, como la de buscarme.


El discípulo se mantuvo en silencio. El campesino, en cambio, prorrumpió:


-Yo conozco a los derviches. Lo que buscas es impresionar con tus facultades a este desventurado muchacho, pero eso es sin duda una superchería.

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