viernes, 9 de noviembre de 2012

El encantador de serpientes

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De cuentos populares de la India


Raj vivía en una casita blanca cerca del río Ganges con su esposa, Akba. Eran muy podres, pero felices. Raj se ganaba la vida de encantador de serpientes. Todas las mañanas caminaba a la plaza del pueblo con su flauta, su esterilla y la serpiente venenosa en una vasija. Al llegar, desenrollaba la esterilla, se sentaba, destapaba la vasija y empezaba a tocar la flauta.
Las gente se acercaba a mirar. La serpiente iba sacando lentamente la cabeza de la vasija, contoneándose al ritmo de la música. Como sabían que era una serpiente muy venenosa, siempre echaban monedas sin acercarse demasiado.
 
Al caer la tarde Raj dejaba de tocar. La serpiente desaparecía dentro de la vasija; Raj ponía la tapa, enrollaba la esterilla y, con la flauta bajo el brazo, regresaba a su casa.
Una noche, después de cenar, Raj le dijo a su esposa: 

- Akba, mañana voy a ir a la ciudad; allí podré tener más público y ganar más dinero
 
Raj partió al amanecer. Llegó a la ciudad, se sentó en el mercado y empezó a tocar la flauta: al punto la serpiente salió de la vasija bailando al compás y un gran gentío se congregó a su alrededor. Entre risas y aplausos, le arrojaron montones de monedas de oro. Raj nunca había visto tanto dinero en su vida.
 
Al anochecer, Raj reunió todo el oro, recogió la vasija, la esterilla y la flauta, y corrió a casa. No se dio cuenta que había tres ladrones observándole.

- Ese encantador de serpientes tiene un montón de oro. Vamos a robárselo -, masculló uno de ellos. Y siguieron a Raj hasta su casa.
 
Raj mostró a Akba el oro que le habían dado en el mercado. Se puso contentísima: 

- ¡Somos Ricos! Comeremos en abundancia y podremos comprarnos ropas nuevas - exclamó Akba abrazando a Raj. 

Después metió el oro en una gran vasija: “Mañana buscaremos un sitio seguro para esconderlo”, dijo sin darse cuenta de que los tres ladrones la espiaban desde la ventana.
Aquella noche, cuando ya se habían acostado, Akba oyó un ruido fuera de casa. 

- ¿Qué ha sido eso Raj? - preguntó alarmada

- Ha de ser un perro callejero, duérmete - contestó Raj entre bostezos.

- Estoy preocupada por el oro - dijo Akba. 

Se levantó de la cama y recogió la vasija de oro. Pero al ver la vasija de la serpiente, pensó: “Esta es igual de valiosa, gracias a la serpiente hemos ganado todo ese oro”, y subió ambas al desván, pensando que allí estarían más seguras. Luego regresó a la cama y se quedó dormida.
Fuera, los ladrones cuchicheaban entre ellos.

- Esa tonta ha puesto el oro en el desván - dijo uno de ellos

- Tendremos que subirnos unos a los hombros de los otros para llegar a la ventana - dijo otro -Yo soy el más pequeño. Me subiré encima de los otros dos, me colaré por la ventana y os pasaré la vasija.

Intentando hacer el menor ruido posible, los ladrones llevaron a cabo su plan. El ladrón más pequeño se apoderó de la vasija, y todos se apresuraron a regresar a su guarida.

- ¡Somos ricos, somos ricos! - celebraban dando brincos.

Uno de ellos levantó la tapa de la vasija para mirar el dinero, pero en lugar de oro se encontró una serpiente venenosa.

- ¡Sálvese quien pueda! - gritó.

Los tres ladrones se asustaron tanto que salieron disparados de su guarida, camino del bosque, y nunca más se los volvió a ver.

A la mañana siguiente, Raj subió las escaleras para llevar de nuevo la serpiente a la ciudad. “Aquí sólo hay una vasija”, dijo llamando a Akba. “Alguien ha debido montar la otra”. Akba levantó la tapa de la vasija y miró dentro. Estaba lleno de oro. “¡Han robado la vasija equivocada, vaya sorpresa se van a llevar!”, rió Akba.

Raj desenrolló la esterilla fuera de la casa, se sentó y empezó a tocar la flauta. Al poco rato, la serpiente se acercó zigzagueando. Raj la recogió y la metió en la vasija, todo listo para una jornada
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