martes, 24 de abril de 2012

El brillo del poder

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Un derviche que había estudiado con un gran maestro sufí recibió la instrucción de perfeccionar su conocimiento sobre el ejercicio de la percepción, y después volver con él para continuar con el aprendizaje. Entonces se retiró a un bosque y se concentró en la meditación interior con una gran fuerza y aplicación, hasta conseguir que casi nada le molestara.

Sin embargo, no se concentró lo suficiente en la necesidad de guardar en el corazón todos sus objetivos dela misma forma, y su empeño en tener éxito es ese ejercicio resultó más fuerte que su resolución de volver a la escuela desde la que se le había enviado a meditar.

Un día, cuando estaba concentrándose en su yo interior, un ligero sonido penetró en sus oídos. Molesto por esto, el derviche dirigió la mirada hacia las ramas del árbol del que parecía provenir el sonido y vio un pájaro. Por su mente cruzó el pensamiento de que este pájaro no tenía derecho a interrumpir los ejercicios de una persona tan consagrada a su tarea. Tan pronto como concibió esta idea, el pájaro cayó muerto a sus pies.

Ahora bien, el derviche no había avanzado lo suficiente en la senda del sufismo para darse cuenta de que existen pruebas a lo largo de todo el camino. Todo lo que pudo ver en aquel momento fue que había alcanzado un poder como nunca antes había tenido. Él podía matar a un ser vivo; o tal vez el pájaro hubiera resultado muerto por una fuerza distinta a la de su interior, ¡y todo porque él había interrumpido sus oraciones!

"Realmente debo de ser un gran sufí", pensó el derviche.

Se levantó y se puso a caminar hacia la ciudad más cercana. Cuando llegó, vio una casa elegante y decidió pedir allí algo de comer. Llamó a la puerta y le abrió una mujer; entonces el derviche dijo:

"Mujer, tráeme comida, porque soy un derviche superior, y es bueno dar de comer a los que están en el Camino."

"Ahora mismo, venerable sabio", respondió la mujer, y desapareció dentro de la casa.

Pero pasó mucho tiempo, y la mujer no regresaba. A cada momento que pasaba, el derviche se impacientaba más. Cuando la mujer volvió, el derviche le dijo:

"Considérate afortunada porque no descargo sobre ti la ira de los derviches, ¿o no sabe todo el mundo que la desgracia puede abatirse sobre quienes desobedecen a los Elegidos?"

"Es cierto que la desgracia puede llegar, a no ser que uno sea incapaz de resistirla gracias a ciertas personales", dijo la mujer.

"¡Cómo te atreves a contestarme de esa manera!", gritó el derviche, "y, en todo caso, ¿qué quieres decir?".

"Sólo quiero decir", respondió la mujer, "que no soy pájaro en un claro del bosque".

Al oír estas palabras, el derviche se quedó estupefacto. "Mi ira no te está haciendo daño, y además puedes leer mis pensamientos", farfulló.

Y le rogó a la mujer que fuera su maestra.

"Si has desobedecido a tu propio maestro, también me dejarás a mí", respondió la mujer.

"Bueno, por lo menos dime cómo has alcanzado un estadio del. conocimiento mucho más elevado que el mío", pidió el derviche.

"Obedeciendo a mi maestro. Cuando me llamó, me dijo que escuchara sus charlas y practicara sus ejercicios; por otra parte, tenía que atender tanto a los ejercicios como a mis tareas mundanas. De esta forma, aunque hace años que no sé nada de él, mi vida interior se ha expandido constantemente, dándome poderes tales como el que tú has visto, además de muchos otros."

El derviche regresó a la tekkia de su maestro para seguir aprendiendo. El maestro no le permitió hablar sobre nada de lo sucedido, y se limitó a decirle cuando apareció:

"Ve a servir al barrendero que limpia las calles de tal ciudad."

Como el derviche tenía a su maestro en muy alta consideración, fue a aquella ciudad. Pero cuando llegó al lugar en que trabajaba el barrendero y le vio allí cubierto de basura, le dio asco acercarse a él y no era capaz de imaginarse a sí mismo como su criado.

Estaba allí de pie sin reaccionar, cuando el barrendero dijo, llamándolo por su nombre:

"Lajaward, ¿qué pájaro has matado hoy? Lajaward, ¿qué mujer ha leído tus pensamientos hoy? Lajaward, ¿qué asqueroso deber te impondrá tu maestro mañana?"

Lajaward le respondió:

"¿Cómo puedes ver dentro de mi mente? ¿Cómo puede un basurero hacer cosas que no puede hacer un piadoso ermitaño? ¿Quién eres tú?"

El barrendero dijo:

"Algunos ermitaños piadosos pueden hacer estas cosas, pero no las hacen para ti, porque tienen otras cosas que hacer. A ti te parezco un barrendero porque ésa es mi ocupación. Como no te gusta la profesión, no te gusta la persona. Como te crees que la santidad consiste en lavarse, sentarse y ponerse a meditar, nunca la alcanzarás. Yo he conseguido las facultades que ahora tengo porque nunca he pensado en la santidad: he pensado siempre en el deber. Cuando te enseñan a cumplir los deberes para con tu maestro, o lo deberes hacia lo sagrado, lo que te están enseñando es el deber en sí, estúpido. Lo único que ves son los deberes "para con alguien" o los deberes "con el templo". Como eres incapaz de concentrarte en la idea del deber en sí, estás perdido."

Y Lajaward, cuando fue capaz de olvidar que era el criado de un barrendero, y se dio cuenta de que ser un criado era un deber, se convirtió en el hombre que conocemos como el Iluminado, el Hacedor de Milagros, el Maravillosamente Perfumado Sheik Abdurrazaq Lajawardi de Badakhshan.
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